Mi radio, mi liberalismo y yo (IV)

La COPE y yo

Inés me preparó unos días en Madrid un año después de nuestra boda como si de una confirmación de alternativa matrimonial se tratara. La visita a la COPE fue una de sus sorpresas. Fue el 28 de octubre de 2002. Llevábamos un par de años aproximadamente chateando casi todas las tardes con Luis Herrero, su equipo y un grupo reducido de oyentes de toda España (todavía mantenemos el contacto con algunos, sobre todo con la madrina de todos nosotros, nuestra querida Isabel Alvarez de Asturias). Nos contábamos nuestras penas y criticábamos con dureza el programa de la mañana. Por aquella época todavía no existía ni Twitter ni Facebook ni otras redes sociales con las que interactuar con los equipos de los programas radiofónicos tal y como existen en la actualidad. A Luis le encantaba que le sacudiéramos y a veces entraba al trapo. Se conectaba algunas tardes y siempre nos proponía que le lanzáramos ideas, aunque luego no nos hiciera ni el más puñetero caso. En el verano del 2001, ese mismo grupúsculo de oyentes y parte del equipo quedaron para una comida en Madrid a la que no pudimos asistir. Le comentamos entonces al equipo de Luis Herrero y a María José Navarro, subdirectora del programa, que a lo mejor un día nos acercaríamos por la emisora. Nos retaron para que así fuera y un año y medio después, Inés y yo nos presentamos en la COPE para asistir al programa de La Mañana.

Ines, Manolo y Luis Herrero0001

 

Fue un lunes y a eso de las ocho, con el desayuno en la boca, estábamos allí sentados en la pecera, en unas butacas destartaladas de oficina que gentilmente nos facilitó Moneypenny, Mónica Eguillor, la eterna secretaria, primero de Antonio Herrero, luego de Luis y por último de Federico Jiménez-Losantos. Nos situaron junto a la eficaz Maite Toribio, técnico del programa que se desenvolvía como pez en la misma. Al finalizar la tertulia, sobre las 10 de la mañana, estuvimos charlando con Federico un buen rato y más tarde con Luis Herrero y María José Navarro. Federico estuvo muy cercano y simpático con nosotros. Le comentamos que, efectivamente, era un viaje con motivo de nuestro primer aniversario y nos contó sus casi tres décadas de feliz matrimonio deseándonos toda la suerte del mundo y dándonos su bendición. Él, ateo confeso. Matías Antolín, por aquel entonces defensor del oyente de Luis Herrero -cobraría poquísimo seguro, para la cantidad de trabajo que tendría-, iba y venía recogiendo impresiones de los oyentes. Cada vez que pasaba por nuestro lado, se disculpaba con nosotros por no poder atendernos como él creía que nos merecíamos. También nos comentó que le era imposible invitarnos a comer como era su intención pues le había salido un compromiso ineludible. Excusas de mal pagador, vamos. Pero no nos importó mucho. Nos sentíamos como en casa, colmados de atenciones por las redactoras, colaboradores y por la productora del programa, la simpática Nieves López Gamonal. Entraban y salían, traían teletipos, entregaban a Maite Toribio la música que iba a sonar en la siguiente sección, se volvían a saludar y así toda la mañana. En uno de aquellos vaivenes también entró un tímido Jorge Alcalde, a quien no conocía físicamente, y que se encargaba de las noticias de ciencia. Actualmente es el director de la revista de divulgación científica Quo. Nos saludó muy educadamente aunque no entablamos conversación alguna. Lo haríamos años más tarde en nuestra visita a Libertaddigital. También apareció Sancho Gracia, quien fue protagonista ese día de las fantásticas entrevistas que Luis Herrero nos suele regalar. María José Navarro nos acompañó hasta la puerta despidiéndonos muy afectuosamente mientras recordaba con añoranza su etapa profesional en Murcia.

manolo y jose en la copeRealmente era mi segunda visita a la emisora central de COPE en Madrid. Unos años antes acompañé a mi amigo, a mi hermano de hecho José Francisco Bayona, al programa taurino de Pedro Javier Cáceres, que se realizaba en el famoso estudio Encarna Sánchez. Nos hospedamos en la casa de mi tíos, que junto a sus dos hijos, mi queridísimos primos Santi y Merce, siempre me han acogido en Madrid cada vez que los he necesitado. Con Jose viví mi primer acercamiento a los micrófonos -bueno, a una emisora de radio-, pues le acompañaba los sábados en su programa regional de toros como productor del mismo entre los años 1996 y 1997 en la emisora de Murcia. Allí tuve la oportunidad de cruzarme con algunos profesionales que trabajaban en la delegación, como a Pedro González, tan simpático y atento siempre; Javier Herraiz, Tati García, Vicente Luis Cánovas o Carmen González, comandados por Oché Cortés, director de la emisora. Aún conservo como una reliquia en la cartera el carnet de redactor taurino que me hicieron: el anagrama de “Radio Popular” todavía aparecía impreso en la parte superior derecha. Precioso. Rondaba por aquel entonces los veinte maravillosos años.

Carnet COPE0001Durante esa época también llegué a publicar una crónica de una corrida de toros en el periódico La Opinión de Murcia y su posterior reseña radiofónica en el programa El Albero de la cadena Cope. Toda una aventura. Fue con la presentación en Murcia como novillero de Cristina Sánchez. José Francisco tenía que cubrir una corrida de toros en Lorca  y  me pidió que la novillada la hiciera yo. Fui a la plaza de toros de Murcia un tanto a ciegas pero gracias a la amabilísima ayuda que me prestó Miguel Massotti, uno de los principales locutores de Onda Regional de Murcia,  me ubiqué en el burladero de prensa que me correspondía. Tras las notas de rigor me dirigí al periódico que por aquel entonces estaba en la plaza Condestable de Murcia. Por fin conocía por dentro una redacción de periódico, aunque fuera por una noche. Justo en frente de mí estaba Ángel Montiel que aporreaba el teclado al escribir su crónica política del día siguiente con su habitual y reconocida maestría. Desde la misma redacción del periódico, realicé también la crónica para la edición del El Albero de Pedro Javier Cáceres a nivel nacional. Yo casi ni miraba más allá de la pantalla del ordenador. Escribí como pude la crónica en el espacio que me reservaron y me fui como había llegado, desbordado por donde me encontraba y por el momento que acababa de vivir. En fin, al menos durante un día me sentí como un auténtico periodista.