Generación confinada

Vivimos una crisis de tal calibre, que los que hemos nacido a partir del último cuarto del siglo XX, a pesar de poder imaginárnosla por la infinidad de películas y series de ficción catastróficas que algunas veces nos hemos tragado casi sin querer, o por las historias de guerra que en la infancia hemos escuchado de nuestros mayores, nunca hubiésemos creído realmente que, esta generación, acomodada, caprichosa y que se lo ha encontrado, básicamente, casi todo hecho, pudiera llegar a vivir. Las limitaciones que ha padecido nuestra generación precedente, y sobre todo la de sus padres, nunca serán suficientemente valoradas. Ahora vuelven a ser ellos los más golpeados y, por una vez, deberíamos demostrar que no somos una generación del todo malcriada. Tenemos que ser capaces de hacer sacrificios y enseñar que podemos estar por encima de las circunstancias. La crisis financiera de la primera década de este siglo, por desgracia, no nos va a servir como vacuna para lo que realmente se nos viene encima, tanto moral como económicamente. Vivimos en la mayor encrucijada de nuestra historia como generación. Tocaría, por una vez, dejar a un lado las ideologías y las camisetas de los equipos de fútbol que cada uno utilice para disfrazarse cada fin de semana. La Nación, el País o el Estado, o como a cada tribu le guste llamar a España, debería remar en estas circunstancias tan desgraciadas hacia un mismo fin, y ese no sería otro que esta pandemia resultara lo menos dolorosa posible en el número de infectados que se van a dejar la vida en ella y en limitar las terribles consecuencias económicas que todos, de una manera u otra, vamos a padecer.

Y quien primero debería estar al frente de esta actitud de unión y de conciliación es el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Es quién debería dejar a un lado los bandos y las ideologías y quién debería intentar ser un líder de todos, no sólo de sus votantes y correligionarios, que aunara a los españoles de bien (quedando fuera, por supuesto, los extremistas indeseables, sectarios e ideologizados prefabricados). Pero quién es un producto de marketing, una ensoñación de presidente, un estofado de gestos y de posturas, no puede ser líder nunca y por eso ni está ni se le espera. Se está comprobando que está jugando una partida diferente ante sus limitaciones. Y por eso ya no podemos pedir que lidere a quién no puede, sino que nos tendremos que conformar con rezar para que esta pandemia se supere con el menor número de muertes posible por la acción de otros; nos tendremos que conformar con que esta situación, delicadísima, no nos lleve a la ruina definitiva. Y no lo niego. Esta crisis no es nada fácil de gestionar. Incluso un hipotético presidente política y personalmente más preparado, que también hubiese subestimado las advertencias de la llegada de la pandemia, estaría igualmente noqueado. Pero es que fatalmente esta generación ha elegido al peor presidente posible del peor gobierno de la democracia. Porque dentro de su lógica falconiana podría haber sacado su magia de efectos rimbombantes y de posturas fáciles para tapar su incapacidad para solventar los problemas de escasez de medios, y no lo ha hecho; o podría haber sacado de su chistera de poses, disimulos “redondianos” que nos hicieran ver que cuenta con los líderes de la oposición y con los agentes sociales para hacerles partícipes de las posibles soluciones a esta situación, y no lo ha hecho; o podría habernos hecho ver que realmente no desprecia a los medios de comunicación no afines limitando sus preguntas, sino todo lo contrario, respondiendo evasivamente como le saliera de sus… “ideas”, y no lo ha hecho; o haber hecho como que no lanza sistemáticamente a sus terminales mediáticos para desprestigiar a la oposición por el mero hecho de ejercerla, pero no lo ha hecho. Se suponía que “Su Persona” se presentó a unas elecciones con unas promesas de hacer política totalmente distintas. Pero nos ha mentido siempre. Como escribió María Blanco (@Godivaciones) en Twitter: “Votasteis gestos y tenéis gestos”, aunque ni siquiera ya nos ofrece eso, también nos han sido confiscados. En definitiva, está fuera de sí (aún más) y, como se puede comprobar, totalmente superado.

Nos queda la oposición, a la que algunos acusan de falta de lealtad o por el contrario de inacción absoluta ante la incapacidad del gobierno. La mayor lealtad y mejor actitud que puede ofrecer la oposición a un gobierno democrático en estos momentos de crisis nacional es ejercer como tal, que es además lo que le está encomendado constitucionalmente. Es su obligación estar supervisando al Gobierno, vigilando y denunciando lo que considere oportuno que esté haciendo mal. Eso es lo que está permitiendo que algunos desmanes que se están produciendo en estos momentos, tanto en los gobiernos de Comunidades Autónomas, como en el gobierno del Reino de España, se estén corrigiendo. Seamos serios. Es así como funciona. Está claro que siempre hay grupos desleales, políticos aprovechados u opinadores mediocres que valiéndose de estas pequeñas batallas ganadas, o perdidas según se mire, intentan desestabilizar aún más la situación buscando su propio beneficio. No saben estar a la altura de las circunstancias por su incompetencia manifiesta o por su tacticismo electoral, que es peor todavía. Seguro que lo terminarán pagando. Ahora es el momento de denunciar y de ejercer la oposición lo más leal y exigente posible para que nadie se duerma, de exigir la apertura del Parlamento, y la de velar por que las responsabilidades penales y políticas no se queden sin su sanción correspondiente en un futuro no muy lejano.

No quiero terminar este artículo, en el que he comentado la situación de mi generación y la de sus políticos mediocres, sin destacar a la sociedad civil en su conjunto, que acatando en su mayoría las directrices gubernamentales se están quedando confinados en sus casas; y a los trabajadores sanitarios que día a día se están dejando la vida por nosotros; y a los empresarios y trabajadores, en general, que cumpliendo con su deber siguen saliendo todos los días para que la cadena de los servicios esenciales no se vea mermada; también a la mayoría de empresas que han comprendido la dimensión de esta crisis y han ofrecido altruistamente sus servicios, o con una rebaja significativa de su coste a todos aquellos clientes que no pueden acceder a ellos. Por desgracia hay otras que no están sabiendo estar a la altura,y aún siguen más atentos a que no se salten sus restricciones que a ofrecer facilidades a aquellos que por las circunstancias que atravesamos no pueden proveerse. Otros que terminarán pagándolo, sin duda. Pero esto me lo guardo para otro artículo, que espero no tarde tanto. En fin.